Por: Ana E. Ríos López
Parte I
En los años de mi adolescencia pedí algo al Señor. Quería entender el libro de Apocalipsis. Pasaron algunas semanas y Dios contestó mi petición. Recibí un libro con el título Una Interpretación del libro de Apocalipsis que lo había escrito un anciano predicador. Aunque aún no había sido quitado el sello profético y muchas cosas estaban veladas, recibí el mensaje como un aliciente para mi alma y pude ver que era una carta de amor de Jesús para su iglesia. Entiendo que es un mensaje de amor y de esperanza para los que aman su venida.
Conforme el Espíritu me guíe y me conceda, iré desarrollando texto por texto el mensaje del libro de Apocalipsis. Este es un mensaje para nuestro tiempo. Pronto será quitado el velo y el mundo, tal y como lo conocemos hoy, cambiará. La vida del ser humano cambiará por completo. Unos serán transformados a la imagen de la bestia, otros serán transformados a la imagen del Cordero. En un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, unos serán arrebatados y otros serán dejados.
Capítulo I
SRV 1:1 LA revelación de Jesucristo, que Dios le dió, para manifestar á sus siervos las cosas que deben suceder presto; y la declaró, enviándola por su ángel á Juan su siervo 2 El cual ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto.
El misterio de la Trinidad comenzó a ser revelado progresivamente en las diferentes dispensaciones de la gracia divina. El Padre hizo una revelación de sí mismo a Moisés en su aparición en la zarza ardiendo. El misterio de la zarza ardiendo comenzó a ser entendido por los seres humanos. La zarza es una planta de lugares estériles y desiertos, un arbusto de poca importancia y utilidad en el reino vegetal. No obstante, se convierte en estas circunstancias en un prototipo del ser humano que comenzaría a ser visitado por el Ser divino. Esta aparición marca el comienzo de la revelación especial de Dios, donde hace conocer su naturaleza y personalidad a los seres humano y hace evidente los misterios de sus designios. El fuego consumidor amalgamado en un inservible arbusto. La naturaleza divina impregna la naturaleza humana caída convirtiéndola en algo útil y hermoso. (2 Pedro 1:4).
En esta ocasión Juan, quien había tenido ya la experiencia personal de la de la segunda persona de la trinidad – Jesús - es partícipe de una revelación especial de esta persona, quien ya había comenzado a develar su naturaleza. La revelación de Jesucristo no difiere de la revelación hecha en el Antiguo Testamento pues mantiene el mismo hilo de pensamiento engranado en los propósitos redentores de Dios con el hombre. Pero se le llama “revelación de Jesucristo” pues los hechos se hicieron concretos a raíz del triunfo de Jesús en el Gólgota.
¿Qué hubiera sucedido si el León de la Tribu de Judá no hubiera vencido? Los sellos del misterio de Dios para con los hombres no hubieran podido ser abiertos y la humanidad hubiera quedado cautiva en prisiones eternas de oscuridad y de juicio.
Jesús es el autor de la revelación del libro de Apocalipsis. No por designación propia, sino porque conquistó el grado de autoridad que estaba conferido a aquel que fuese digno para abrir los sellos. La autoridad no viene simplemente por una mera delegación. La autoridad se conquista y se obtiene a través de obstáculos vencidos y peldaños escalados.
La revelación de Jesucristo hace un despliegue del cierre del canon de la historia humana. ¿Por qué Dios concedió a Jesucristo cerrar el canon de la historia humana? Él dijo de sí mismo: Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso. Apocalipsis 1:8 Él es el único digno. Por si dignidad y méritos se le confirió tal privilegio; es por ello que se le llama “la revelación de Jesucristo”. ¿Quién se la dio? El Creador y autor del universo quien bien podría haberla dado a alguno de sus serafines, querubines, ángeles o arcángeles, pero Jesús la conquista por su humillación y muerte en la cruz.
La revelación de Jesucristo comprende el futuro del universo donde está como centro el planeta tierra, un lugar amado por Dios. Toman lugar eventos donde no tan solo la deidad está envuelta, también los ángeles y todo el universo y son cosas que deben suceder pronto. ¿Por qué deben suceder pronto? Porque ya Dios no desea esperar más; porque ya Jesús quiere venir por su iglesia. Deben suceder presto pues la conquista de Jesús en la cruz marcó el clímax de la historia. Fue el comienzo del colapso del poder del mal sobre la tierra y la derrota de Satán y sus ángeles.
La dispensación de la gracia ha servido para reagrupar a los despatriados, al hombre que vive lejos de Dios ya sea judío, gentil, libre, esclavo, blanco, o negro. Jesús abrió una puerta en el Gólgota que pronto será cerrada. Dios ya dio el decreto y declaró la visión. El hombre había vencido a través del Hijo que se hizo Hombre y quien se auto confirió el título de “Hijo del Hombre”. Ese fue el título predilecto de Jesús porque lo identifica con la naturaleza humana. Por lo tanto, declara la revelación que estaba escondida desde antes de la fundación del mundo donde estaba decretado que el hombre, creado un tanto inferior a los ángeles, habría de reinar. No por sus propios méritos sino por la victoria de uno de sus hermanos quien se dispuso a morir por todos, nuestro amado Jesús. “Porque no hará nada el Señor Jehová, sin que revele su secreto á sus siervos los profetas.” (Amos 3:7)
Siendo que Dios desea compartir las proyecciones del futuro venidero, sus designios son compartidos con los que le temen y a ellos les hace conocer sus secretos. “El secreto de Jehová es para los que le temen; Y á ellos hará conocer su alianza. (Salmo 25:4). Por lo tanto el libro de Apocalipsis es una revelación de los designios de Dios a sus siervos y los declara enviándolos por su ángel, su mensajero, a uno de sus siervos que fue partícipe del círculo íntimo de Jesús, es a saber Juan el apóstol. Las credenciales de Juan lo hacían digno de recibir tal revelación. Ni aun los ángeles saben la venida del Señor y quizás estos misterios que están siendo revelados eran desconocidos para ellos. La expectación en el cielo sobre el futuro del ser humano es manifestada a los ángeles. El dar Juan testimonio de la Palabra de Dios por la cual está preso y dignificar el nombre de Jesús por el cual había sufrido aun hasta el destierro, le había conferido el grado digno de recibir la revelación de Jesucristo.
1:3: Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas: porque el tiempo está cerca.
El único libro donde se imparte una bendición por leerlo es el libro de Apocalipsis. La profecía de Juan el Apóstol está escrita no solo para ser leída, la bendición también es impartida por ser escuchada y guardada. Jesús dijo anteriormente “Si me amáis, guardad mis mandamientos.” (Juan 14:15). El guardar los mandamientos y la palabra profética es una manifestación de amor hacia el Señor. El contenido del mensaje profético de Juan se parece al mensaje que le fue dado al profeta Ezequiel a excepción que el mensaje de Ezequiel fue dulce en su boca. “Y miré, y he aquí una mano me fué enviada, y en ella había un rollo de libro. 10 Y extendiólo delante de mí, y estaba escrito delante y detrás: y había escritas en él endechas, y lamentación, y ayes. (Ez. 2:9, 10) Ezequiel 3:1 Y DÍJOME: Hijo del hombre, come lo que hallares; come este rollo, y ve y habla á la casa de Israel. 3: 2 Y abrí mi boca, é hízome comer aquel rollo. 3 Y díjome: Hijo del hombre, haz á tu vientre que coma, é hinche tus entrañas de este rollo que yo te doy. Y comílo, y fué en mi boca dulce como miel.
¿Por qué es necesario guardar las palabras de la profecía? La dispensación de la Gracia marca el fin del drama humano; con ella terminan los pactos, termina el dominio humano, Satanás será encarcelado y el Hijo del Hombre, triunfante, será coronado de gloria. Es esta la razón por la que se le dice a Juan que el tiempo está cerca. Las manecillas del reloj comienzan su ascenso hacia la hora cenit. La media noche se aproxima y la voz del novio se oye y su novia saldrá a recibirlo. No habrán más pactos, ni mediación de sacrificios. El futuro del hombre ya estaba decidido. Con el “consumado es” se detenía la historia de la redención tipificada desde las edades pasadas.
La muerte de Jesús cumplía el plan divino con el hombre. El tiempo restante, hasta estos dos mil años de gracia, son eso mismo: un tiempo de gracia para reunir a los despatriados. Esta dispensación de la gracia marca el evento final de los designios divinos con una tierra maldita por el pecado y sus habitantes. Es por ello que se le dice a Juan que “el tiempo está cerca”. ¿Cuál tiempo? El tiempo en que Dios reunirá todas las cosas y las pondrá bajo el dominio del Ungido y de sus santos. Efesios 1:9,10 y 3:3,9
4 Juan á las siete iglesias que están en Asia: Gracia sea con vosotros, y paz del que es y que era y que ha de venir, y de los siete Espíritus que están delante de su trono;
Apocalipsis es una carta. Una carta de esperanza, de amor y redención para aquellos que aman la venida de Jesús. Es el secreto de Dios escondido desde la fundación del mundo, el cual en su misericordia y amor por sus escogidos le ha placido revelárselo. Es por ello que su introducción comienza con un saludo de esperanza a los creyentes que batallaban tanto con fieras humanas como con fieras espirituales.
La batalla de los comienzos de la iglesia fue feroz. Por un lado, la persecución tanto de la bestia imperial como de los judaizantes, no daba tregua a los fieles. Por otro lado, las fuerzas espirituales que defendían sus dominios se levantaban amenazantes contra la joven iglesia que despuntaba en sus metas de conquistar al mundo. Sin embargo, en una inscripción que apareció en una lápida atribuida al agonizante Emperador Flavio Claudio Juliano (364 dC.) se encontró el veredicto de la agonizante fe pagana: “Vicisti Galilaee” (“Venciste Galileo”). Ya, de antemano, Jesús había promulgado enfáticamente que las puertas del infierno no prevalecerían contra la iglesia. (Mat. 16:18)
A Juan se le ordenó que escribiera y comienza su carta con un saludo protocolario. El mensaje era para siete iglesias. El múltiplo siete simboliza perfección. Aparece 431 veces en la Sagrada Escritura y todas estas veces aparece relacionado con las actividades de la deidad. El misterio de las siete iglesias está circunscrito a estas actividades por lo tanto su naturaleza no es terrena, es de arriba. Es por ello que a Jesús, cabeza de las iglesias, le urge enviar un comunicado. Nuevamente observamos la llama divina impregnando la inservible zarza sin esta consumirse. Había más de siete iglesias en Asia. Ya para esta fecha (año 96 d.C.) el soberbio y pagano imperio romano había comenzado a doblegarse ante el humilde nazareno. La espada romana era blandida a diestra y siniestra contra las fuerzas del evangelio pero la sangre de los mártires había abonado bastante el estéril terreno. Asia, el continente perdido, custodiado por desafiantes gobernantes y principados de las fuerzas del mal sirve como escenario del conflicto de los siglos. Allí, dispersadas en el más grande de los continentes, cuna de la raza humana y donde vive actualmente más del 60% de población del mundo, continente poblado por gigantes del mal, se erigían desafiantes estas pequeñas iglesias.
Juan en su saludo evoca la “paz del que es y que era y que ha de venir”. La paz del Hijo, la que Jesús dejó como un legado a sus seguidores. “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. Juan 14:27 El falso cristo se auto proclamará heraldo de paz pero el verdadero autor de la paz es el Hijo quien es evocado en este saludo protocolar. Vemos la unidad perfecta del Padre y del Hijo. No solo la primera y segunda persona de la trinidad aparecen representadas en este saludo de Juan a las iglesias, el Espíritu Santo aparece revelado en forma simbólica como los siete espíritus que están delante del trono. A Zacarías se le concede la misma visión utilizando otro simbolismo: los siete ojos de Jehová que recorren por toda la tierra. Zacarías 4:10 Porque los que menospreciaron el día de las pequeñeces se alegrarán, y verán la plomada en la mano de Zorobabel.
Aquellos siete son los ojos de Jehová que recorren por toda la tierra. Se hace casi imposible al ser humano asociar las concepciones y figura de la deidad. La persona sublime del Espíritu Santo generalmente ha aparecido simbolizada a través de figuras que denotan sus atributos y cualidades. Por ejemplo, Juan el Bautista durante el bautismo de Jesús lo vio descender en forma de paloma, denotando la sensibilidad, ternura y delicadeza de este ser quien hoy habita en los creyentes. Y en este caso lo describe como los siete espíritus que están delante del trono resaltando su perfección de poder y divinidad plena.
V. 5 Y de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y príncipe de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre, 6 Y nos ha hecho reyes y sacerdotes para Dios y su Padre; á él sea gloria é imperio para siempre jamás. Amén.
Los nombres de la segunda persona de la deidad denotan una singularidad especial que describen enfáticamente no solo la misión, sino el inefable carácter de este personaje especial. Jesucristo el Testigo fiel… Jesús en cierta ocasión aseguró a sus discípulos que su testimonio era verdadero. Jesús nos reveló la buena voluntad del Padre para con la raza humana. Sirvió como puente entre Dios y los hombres haciéndonos conocer el perfecto y hermoso carácter del Padre. Por esto es que Juan lo identifica como el testigo fiel. Nadie había visto al Padre, por lo tanto es suyo el mérito exclusivo de ser llamado testigo fiel. Jesús dijo, refiriéndose al Padre: Otro es el que da testimonio acerca de mí, y sé que el testimonio que da de mí es verdadero. Juan 5:32
La humanidad ha carecido de testimonios fieles y verdaderos divagando en un túnel de ignorancia y mentira, y careciendo de una luz que alumbre la oscuridad. Jesús aparece con palabras que jamás hombre ha hablado, palabras nunca oídas por la humanidad. Jesús habló cosas nunca oídas por el hombre. Y en este momento Juan se refiere a Él como el testigo fiel aludiendo a su testimonio fidedigno. También lo identifica como el primogénito de los muertos. Esta primogenitura no degrada su divinidad, al contrario le ubica en la primacía de todo lo que existe en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra. No solo con su muerte Jesús conquista lugares y posiciones de excelencia y la primacía sobre todas las cosas. Conquistó también para sus fieles un sacerdocio para Dios y establece una dinastía única para aquellos que le aman. Por esto el corazón del apóstol Juan exulta con júbilo la grandeza, la gloria y el poder del único que es digno de suprema alabanza.
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